Molinos Santa Rosa

Molino Santa Rosa Molino Santa Rosa Molino Santa Rosa

Historia

Ponencia presentada por
Valentina Cancela y Juan Pablo Martí.
"La historia del molino Santa Rosa. De Sociedad Anónima a Cooperativa de Trabajadores".
XXIII Jornadas de Historia Económica
23 al 27 de octubre 2012.
San Carlos de Bariloche.

Resumen

La reconstrucción de la historia del molino Santa Rosa nos muestra el ejemplo de una empresa arquetípica entre las recuperadas puesto que se trata de una unidad productiva industrial, sociedad anónima, con una antigüedad mayor a los 50 años, que en momentos de mayor expansión ocupó a más de 300 trabajadores y que, previo a la recuperación fue experimentando un proceso de progresivo achicamiento, tanto que durante una epata debió ser asistida por el Estado a través de la Corporación Nacional para el Desarrollo.

Introducción

El artículo que aquí se presenta se enmarca en una línea de trabajo que tiene como centro de interés la Cooperativa de Trabajadores del Molino Santa Rosa . Los estudios e intervenciones realizadas tienen como objetivo la recuperación de la memoria histórica del molino y su cooperativa de trabajadores. Esta línea viene siendo desarrollada desde comienzos de 2011 por el Programa de Historia Económica y Social de la Universidad de la República de Uruguay.

Hasta el momento se han llevado adelante dos proyectos. Por una parte se realizó el proyecto titulado “Buenas prácticas cooperativas: la cooperativa de trabajadores del Molino Santa Rosa” que buscaba contribuir a la visualización y difusión de experiencias exitosas del cooperativismo en Uruguay a partir del rescate de la memoria histórica del Molino Santa Rosa y su cooperativa de trabajadores. El resultado de este trabajo fue la realización de una muestra fotográfica itinerante que refleja la historia del molino y su realidad actual.

El segundo proyecto realizado, del que este trabajo es parte de sus resultados, fue la realización del Proyecto “Reforzamiento de la identidad de la Cooperativa de Trabajadores del Molino para el desarrollo local de Santa Rosa”. El proyecto buscaba contribuir al reforzamiento de la identidad de la Cooperativa de Trabajadores del Molino como aporte al desarrollo de la localidad de Santa Rosa. Se trabajó en función de dos objetivos específicos. Por una parte en la construcción de la imagen coordinada o imagen corporativa de la cooperativa de manera de ser reconocida e identificada a nivel local y nacional. Por otra parte, se aspiraba a rescatar de la historia del Molino y de la Cooperativa de Trabajadores a partir de la recuperación de fuentes documentales y testimonios orales para contribuir a la construcción de la identidad.

Historia

El objetivo de este trabajo es hacer una síntesis de la historia recorrida por el Molino de Santa Rosa desde su fundación hasta el proceso vivido desde la conformación de la Cooperativa de Trabajadores del Molino Santa Rosa (CTMSR). Esta cooperativa constituye un ejemplo representativo del fenómeno de recuperación de empresas por sus trabajadores. En trabajos anteriores hemos investigado sobre el fenómeno reciente de recuperación de empresas en Uruguay (Martí et al., 2004; Martí, 2006, 2007a, 2007b y 2007c; ). En esas oportunidades nos centramos en el proceso, los actores y los determinantes de la recuperación. En esta ocasión nuestro objetivo es la reconstrucción de la historia de la empresa previa a la recuperación. La pregunta que nos formulamos es ¿qué características tenían las empresas que quiebran y son posteriormente recuperadas por trabajadores? ¿Existe un perfil arquetípico en estas unidades productivas que pueda ser modelizado?

Para responder estas preguntas nos centraremos en la reconstrucción de la historia del Molino de Santa Rosa y su cooperativa de trabajadores. La metodología utilizada se basa en la reconstrucción de fuentes documentales, la revisión bibliográfica y entrevistas a trabajadores y referentes de Santa Rosa.

Las empresas recuperadas como cooperativas de trabajo

Al igual que otras cooperativas, la CTMSR surge en un contexto de crisis económica y social. A fines de la década de 1990 en Uruguay se produce la quiebra de numerosas empresas y la aparición de varios casos de recuperación de empresas por parte de sus trabajadores bajo la modalidad de cooperativa. Si bien el fenómeno de recuperación de empresas es una constante histórica en nuestros países (Véase al respecto, por ejemplo: Terra, 1986 y Guerra, 1997), el proceso comienza a cobrar más intensidad hacia finales de los noventa, y es en el año 2000 donde este fenómeno se hace más notorio. En este año se registran una serie de casos en los que algunos trabajadores, para enfrentar el cierre de sus fuentes de trabajo, toman la fabrica y la ponen en marcha generalmente bajo la modalidad de cooperativas de trabajo. El fenómeno ha sido objeto de diversos estudios. Si bien, en términos cuantitativos la cantidad de empresas recuperadas no es significativa, algunos estudios estiman la existencia de 30 empresas recuperadas, la originalidad del fenómeno y su capacidad para dar respuesta al desempleo lo dotan de especial interés.

La recuperación de empresas no es sino una de las modalidades que da origen a las cooperativas de trabajo. Distintos autores ubican la recuperación de empresas como uno de los orígenes de las organizaciones cooperativas (Véase al respecto: Vanek, 1985 y Terra, 1986). Respecto del caso particular de las empresas recuperadas, Terra (1986) sostiene que el lastre de las que surgen con este origen hace presumir difícil su viabilidad, a pesar de que puedan recibir ayudas importantes, sea de quienes tratan de desprenderse de ellas, del gobierno que busca atajar el problema político y social inminente que su cierre aparejaba o de otras organizaciones sociales. Es por esto que el caso de la Cooperativa de Trabajadores del Molino Santa Rosa adquiere mayor relevancia.

El concepto de empresa recuperada se presta a debates y discusiones. En efecto, lo que en principio puede resultar un concepto relativamente claro que da cuenta del hecho que un conjunto de trabajadores reactivan una unidad productiva que anteriormente era gestionada convencionalmente, adquiere complejidad a medida que se analizan las experiencias. La puesta en marcha de la unidad productiva puede abarcar diferentes situaciones dentro del amplio concepto de empresas recuperadas, desde la continuidad del grupo original, pasando por la conservación figura jurídica o las maquinarias, hasta la recuperación de un conjunto de saberes adquiridos.

Para salvar la discusión y tornar operativo el concepto, seguiremos a Ruggeri (2005: 23) quien considera a la empresa recuperada como:

“… un proceso social y económico que presupone la existencia de una empresa anterior, que funcionaba bajo el modelo de una empresa capitalista tradicional, cuyo proceso de quiebra, vaciamiento o inviabilidad llevó a sus trabajadores a una lucha por su puesta en funcionamiento bajo formas autogestivas”.

Los estudios muestran que los trabajadores, ante una situación límite como el cierre de la empresa, buscan una solución que evite la pérdida del empleo en un contexto recesivo y un mercado laboral saturado. Los trabajadores se resisten a aceptar el cierre de la empresa y se plantean luchar para evitar la pérdida de la fuente de trabajo. En muchos casos, ello implicó asumir nuevas responsabilidades: además de las tareas que desarrollaban en el proceso productivo, debieron hacerse cargo de tareas administrativas e inclusive de la limpieza y el mantenimiento de la planta; y desplegar nuevas lógicas de acción (Martí et al., 2004).

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Para comprender mejor el proceso de recuperación se hace necesario considerar las particularidades de las unidades productivas que son recuperadas. Generalmente el fenómeno tiene su origen en unidades productivas predominantemente industriales y posteriormente se expande a los servicios.

Para la crisis de las empresas confluyeron aspectos macro y macroeconómicos (Martí et al., 2004). Las políticas económicas aplicadas en Uruguay en la década de los 90’, perjudicaron a toda la industria nacional, puesto que las medidas empleadas provocaron que los productos locales dejaran de ser competitivos tanto en el mercado interno como en el exterior. A causa de la apertura y la sobrevaloración de la moneda, la crisis se siente particularmente fuerte en el sector de los bienes transables lo que lleva al quiebre de muchas empresas productivas. Relacionado con este aspecto se presenta el sobreendeudamiento en el que incurren muchas empresas en la década de los ’90. La afluencia de créditos fáciles de obtener pero de costos elevados lleva a una profunda alteración de la ecuación económica de la empresa. Es particularmente importante el endeudamiento con el BROU (Banco de la República Oriental del Uruguay). Por ello en muchas de las empresas cooperativizadas el BROU va a aparecer como un interlocutor importante de los trabajadores al ser el principal acreedor y el dueño de la maquinaria entregada en prenda.

En cuanto a los factores microeconómicos encontramos una gran diversidad. A veces se trata del desencadenamiento de la debacle empresarial por el mismo proceso de mala gestión, en otras oportunidades un hecho exógeno precipita el quiebre. Sin embargo, los casos más frecuentes de crisis de la empresa obedecen a la mala gestión, que muchas veces va acompañada por el vaciamiento y algún tipo de defraudación. En muchos casos a los dueños les resultaba más beneficioso abandonar la fábrica que tratar de sacarla adelante.

La crisis económica en determinados sectores de la economía, como por ejemplo en el textil, en el de la salud y en el gráfico, fue más marcada debido al aumento de los costos, al avance de la tecnología y sobre todo por la invasión de productos extranjeros más baratos.

Un intento por caracterizar a las unidades productivas que entran en quiebra es el realizado por Rebón (2007) en base a un estudio sobre empresas recuperadas en la Ciudad de Buenos Aires. Este autor traza el perfil arquetípico de estas empresas previo a la recuperación y sostiene que

corresponde a una unidad productiva industrial, sociedad anónima, con una antigüedad aproximada de 40 años, PYME, que en momentos de mayor expansión ocupó de 45 a 100 trabajadores y que, durante las dos últimas décadas fue sufriendo progresivamente proceso de achicamiento que significaron desde la perspectiva de la fuerza de trabajo ocupada, la expulsión de la mayoría de sus asalariados. (Rebón, 2007: 59)

En esta oportunidad, estudiaremos el caso del Molino de Santa Rosa y su cooperativa de trabajadores con el objetivo de evaluar las características de la empresa previa a la recuperación y contrastarlo con el arquetipo trazado por Rebón (2007). Intentaremos reconstruir la historia de la empresa, las principales etapas de desarrollo, y el posterior proceso de recuperación a través de la cooperativa.

Reconstrucción de la historia del Molino Santa Rosa y la cooperativa de trabajadores

El Molino de Santa Rosa es un molino harinero que industrializa trigo como molienda principal y maíz. Está ubicado en la localidad de Santa Rosa a unos 60 km. de Montevideo. Su creación data de la década de 1920 y la constitución de la cooperativa de 1999, modalidad bajo la cual continua funcionando al día de hoy. Optamos por establecer una periodización que divide la historia del Molino Santa Rosa en cinco etapas que se corresponden con la sucesión de cinco firmas propietarias del molino. Esto no quiere decir que no haya habido modificación de propietarios en las sociedades anónimas dentro de un período. Como cualquier elección de etapas tiene bastante de arbitraria y como se verá es muy disímil la cantidad de información que se dispone para cada una de ellas.

Primera etapa: “Molino y Fideería Campomar”

A comienzos de la década de 1920 comienza a construirse en la localidad de Santa Rosa en el departamento de Canelones un importante establecimiento molinero. No parece una decisión extraña. Canelones tenía a comienzos de siglo XX un desarrollo agrícola importante, basado en un suelo apto para diversos cultivos y tradición de explotación familiar a través de pequeñas extensiones. Los dos principales cultivos eran el trigo y el maíz . Hacia 1912 Canelones fue bautizado como el “granero del Uruguay”. Adicionalmente su cercanía a Montevideo colaboraba para que el desarrollo industrial del departamento fuera el segundo en importancia después de la capital.

Llegó a ser un punto importantísimo a comienzos del SXX, 1901, 1902, Santa Rosa abastece a Montevideo prácticamente de todo el trigo que se consume. […]Tan poderosos eran los molinos. Entonces no es raro que pase lo que ahora se imaginan, esos molinos los Roca, los Percovich, los negocios de Sóñora, les estoy dando el nombre de los grandes comerciantes, fueron creciendo de tal modo que llamaron la atención de capitales muy grandes. Entonces no es raro que alrededor de los años 20, ahí nació, 1925, el Molino tal como lo conocemos hoy. Un gran capital vino allí… [Entrevista de estudiantes de liceo Santa Rosa a Pérez Guido, referente local]

Las obras del molino finalizan hacia 1925, año en que la firma Molinos y Fideerías Campomar S.A. pone en marcha el establecimiento. Se desconoce la fecha exacta de esa inauguración pero se estima que fue en el primer trimestre del año (Ovando, 2006: 51).

Miguel Campomar fue quien aportó el capital total para la construcción del Molino (Raúl Jacob citado por Ovando 2006: 88). Campomar era una familia reconocida en el ámbito industrial uruguayo, dedicada a la industria textil desde 1900.

Al menos en los primeros años de esta primera etapa la fideería constituía la actividad principal de la empresa, la molienda se dedicaba principalmente a la elaboración de fideos. En esta actividad se ocupaba 300 personas aproximadamente, con un alto porcentaje eran mujeres.

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Entre 1928 y 1930 se realizan obras con el objetivo de aumentar la capacidad productiva de fideos, se incorporaron instrumentos tecnológicos y se ampliaron los espacios de trabajo destinados a la producción fideera (Ovando, 2006: 117).

Ya finalizando la administración de la firma Campomar, entre 1930 y 1935, las medidas de política económica del Estado y las posibilidades financieras de los socios, llevaron a que se realice una segunda ampliación. Los cambios se centraron en el sector fideería (nueva ampliación de los espacios e incorporación de áreas complementarias como el aserradero y la cajonería) y en la apertura a nuevas actividades productivas: la semolería para procesamiento de harina de maíz y la panadería. En relación a la molienda se amplió la capacidad de acopio de materia prima (Ovando, 2006: 135- 165).

La panadería parece haberse incorporado en esta nueva ampliación del establecimiento y habría finalizado en 1933 debido a un incendio que perjudicó las instalaciones (Ovando, 2006: 151-150).

Hacia 1933 se emitieron bonos de acción para la venta de la empresa, se supone que el molino continuó operativo hasta el cambio de firma se concretó hacia 1935 (Ovando, 2006: 178).

Segunda etapa: “Molinos y Fideerías del Este”

Entre 1934 y 1935 la firma pasa a ser Molinos y Fideerías del Este S.A., que tenía en esos años presencia en San Ramón, Casupá y Fray Marcos (Testa y Costa, 2008: 65).

Esta nueva etapa parece nacer a partir de un cambio en la estrategia de inversión de la firma anterior: la asociación o fusión con otras empresas. Molinos y Fideerías del Este se constituye como una única sociedad anónima hacia 1935, implica la fusión de varias empresas de la región (Molino y Fideería Campomar, Molino, Fideería y Panadería Fray Marcos, Establecimiento industrial de Alberto Berruti y Cía ubicado en Casupá) probablemente con la finalidad de reducir la competencia y aumentar la producción. La integración del primer directorio refleja esta combinación de empresas (Ovando, 2006: 200-201).

La nueva firma continuó con la producción harinas y fideos. Hacia 1954 se termina la producción de fideos, este cierre de sector se deriva de transformaciones tecnológicas, situación financiera del establecimiento y decisiones de inversión (Ovando, 2006: 231). Como consecuencia se reducen los puestos de trabajo de 300 a 70 con el consiguiente impacto en la comunidad. De aquí en más la industria giró en torno a la actividad molinera.

Eso fue un quiebre durísimo para el pueblo en ese entonces, mucha gente quedó sin trabajo, de trescientas personas se vinieron a setenta personas que es lo que se precisa para el Molino y también la mayor parte hombres porque el trabajo es pesado, fue todo un cambio duro. (entrevista a socio de la cooperativa en Martí y Perdomo, 2010: 9)

Entre 1956 y 1964 la firma incorpora diversas maquinarias de producción en el sector molienda. En ese período

…se incorporaron Plansitcher, cilindros, sasores, cepilladoras, valangueras, despuntadores y zarandas de limpieza, se renovó la balanza automática, se cambió de lugar el sector de embolsadoras mayores, se edificó un nuevo sistema de mojado, se adicionó una nueva fuente de agua potable, se construyó una nueva balanza para el ingreso de la materia prima, se cambió la ubicación del motor principal y se reforzó la fuente de ingreso para la energía eléctrica (Ovando, 2006: 204)

En el espacio en donde anteriormente funcionó la fideería se instaló en 1958 una fábrica de extracción de glucosa de la harina que se vendía a otras industrias. Esta actividad se mantuvo por una década aproximadamente.

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Posteriormente se incorporaron nuevas actividades. Desde fines del sesenta y hasta principios de los noventa se incorporó la elaboración de raciones animales. También, por un período breve de tiempo (1962 y 1967), en este establecimiento también se produjeron escobas. Se producía todo excepto los palos que se compraban. En la década del ‘70 “se adquiere nueva maquinaria que da lugar a la ampliación de la capacidad productiva teniendo como respuesta un fuerte aumento de la productividad, de esta forma el molino se coloca dentro de las principales industrias harineras de América del Sur” (Testa y Costa, 2008: 65). Entre los cambios más importantes está la construcción de 7 silos de 150 toneladas cada uno. Finalmente, el gofio y el chícharo fueron otros de los productos en que se incursionó.

En 1987 luego de un proceso de descenso de la producción y aumento de la competencia de molinos más grandes, cierra Molino y Fideerías del Este con despido total. Por primera vez se para la producción.

Tercera etapa: Corporación Nacional para el Desarrollo

En 1988 la industria, luego de una serie de acuerdos políticos, es adquirida por la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND) . Reabre el 4 de octubre de 1988 reintegrando a todos sus empleados (aproximadamente 60 personas) bajo la razón social Malaquita S.A.

Esta etapa de intervención estatal para el rescate de la actividad del molino es de la que menos información se posee. Se sabe que la CND era propietaria del 100% de empresa (Auditoría Interna de la Nación) y que la gestionó por cinco años hasta que la empresa fue rematada.

Cuarta etapa: Saltram S.A.

Saltram S.A. fue la firma que adquirió el molino en el remate en 1993. Se mantuvo el personal pero hubo un descenso de producción y productividad. Esto junto a problemas de gestión llevó a un endeudamiento de 5 millones de dólares que condujo a la quiebra en 1998. En ese año el molino vuelve a detener su producción.

Quinta etapa: la recuperación y la cooperativa de trabajadores Santa Rosa

El 14 de abril de 1999 nace la Cooperativa de Trabajadores del Molino Santa Rosa con 44 socios fundadores que eran trabajadores de la empresa anterior. El proceso de conformación fue largo, la idea comienza a gestarse durante la ocupación de la planta a fines del 98. “La idea de la Cooperativa nace en el taller, de varias charlas que se hacían, a veces de ratos que habían libres... Héctor Bermúdez, que fue la persona que tuvo la visión, la iniciativa de la Cooperativa, era mecánico” (Entrevista a cooperativista citada en Martí y Perdomo, 2010: 9). Hasta agosto de 2000 cuando la Cooperativa se registró en DGI y BPS para empezar a operar comercialmente, los trabajadores “vivieron trabajo colectivo de discusión sobre la conformación y funcionamiento de la Cooperativa y trabajos voluntarios de mantenimiento en la planta” (Martí y Perdomo, 2010: 9)

Al comienzo la Cooperativa arrendó a Saltram S.A. la planta industrial para poder operar. Luego de una acción de desalojo judicial de esa firma el arrendamiento se rescindió y la Cooperativa pasó a tener el derecho a ocupar la planta en calidad de depositaria judicial (Cooperativa de Trabajadores del Molino Santa Rosa, s/f y Martí y Perdomo, 2010)

En el 2002 comienza el proceso de negociación con el BROU, principal acreedor de la firma anterior. La Cooperativa realiza contactos y presenta una serie de cartas al directorio con el fin adquirir los bienes, de acuerdo a las posibilidades de pago que ella tenía, de manera de obtener estabilidad jurídica respecto de los mismos. En setiembre de 2003 el BROU decide ceder los derechos de Saltram a la Cooperativa y se firma el compromiso de cesión de derechos.

El acuerdo consistió en un COMPROMISO DE CESION DE DERECHOS DE MEJOR POSTOR, lo que significa que el Banco comparecería en el remate procurando ser el mejor postor (y compensando el precio con su crédito), para luego cederle dichos derechos de mejor postor a la Cooperativa. Llegado el momento, pues, los bienes serían escriturados a nombre de la Cooperativa (pasaría a ser la propietaria de la planta y la maquinaria) y simultáneamente se otorgaría la correspondiente hipoteca y prenda, a favor del BROU, como garantía real de las obligaciones asumidas por la Cooperativa (Cooperativa de Trabajadores del Molino Santa Rosa, s/f: 6).

Al tiempo que la Cooperativa trabajaba en estos acuerdos, Saltram S.A. buscaba alcanzar un concordato.

Cuando logramos el acuerdo después nuestra presión cambió, primero era frenar el remate porque no teníamos el acuerdo, después fue acelerar el remate para que no llegara con el concordato la sociedad anónima... El 21 de junio de 2004 se hace el remate judicial, el mejor postor y el único oferente fue el BROU, hoy somos dueños de la planta, vamos amortizando al día el crédito. Hoy le estamos debiendo al BROU 184 mil dólares, hay plazo hasta el 2011 para cancelar la deuda... Todo el mundo identifica la Cooperativa como que nació en el 2004, fue el hecho más notorio, que puso más en la prensa a la Cooperativa, pero en realidad la Cooperativa hoy está cumpliendo ocho años, el 14 de abril, de funcionamiento colectivo. (Entrevista a cooperativista citada en Martí y Perdomo, 2010: 9)

El 21 de junio de 2004 se lleva a cabo el remate del Molino en la puerta del juzgado de Canelones, el BROU fue el mejor postor por lo que comienza a implementar el acuerdo. La Cooperativa pasa a ser la propietaria de la planta y la maquinaria y se hipotecan a favor del BROU como garantía de las obligaciones de la Cooperativa. El monto de deuda que asume la Cooperativa es de 300 mil dólares, más intereses, a tasa variable en un plazo de 8 años.

El comienzo fue 100 % de actividad a façon, no había recursos para comprar materia prima, no había dinero, se buscaron dos o tres agentes que precisaban la harina y ellos trajeron el trigo y nosotros lo molíamos, se cobraba el servicio de elaborar la harina y no precisaba poner capital. (Entrevista a cooperativista citada en Martí y Perdomo, 2010: 10)

En abril de 2005 se logra el objetivo de ser propietarios de la producción, se termina con la producción a façon. La CTMSR logra el capital de giro necesario para dejar de trabajar para quien les suministraba la materia prima.

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En 2007 la Cooperativa firma los títulos de propiedad de la planta. Durante ese año también firma convenios con el Gobierno Departamental y otros actores.

En 2011 la Cooperativa salda su deuda con el BROU. Una vez concluido el pago del préstamo contraído con el BROU para hacerse cargo de la planta y las instalaciones comienza una nueva etapa. Actualmente la cooperativa se encuentra en un proceso de renovación tecnológica con la renovación del parque de maquinarias –algunas en funcionamiento desde hace más de medio siglo- que permitirá a la cooperativa mejorar el proceso de producción, incrementar la rentabilidad del mismo, y atenuar carencias que hoy le impiden el acceso a nuevos mercados. Para fines de 201 eran 69 personas las que trabajan en el molino de los cuales 57 son socios cooperativistas, 10 contratados y dos asesores técnicos. La CTMSR es un actor importante en el desarrollo local. Su estrategia de desarrollo y consolidación ha pasado por fortalecer la intercooperación con diferentes actores de la localidad y del departamento. Especialmente ha buscado alcanzar acuerdos de largo plazo con los productores de la localidad, asegurando de esta manera, el abastecimiento de materias primas, principal debilidad de los Molinos de menor tamaño de nuestro país.